Ondular de ígneas rocas en alpacas y flamencos; y aleteando Isluga, Las Vicuñas, Lauca, en el memorial de mis alturas.
Vuela el cóndor asiduo de araucarias, quebradas luces pétreas; y laten hondo mis albos pétalos de sempiternos caminantes;
añoranzas del huemul y el respirar de alerces.
Bajan y bajan las aguas de mi pecho, estrechando amaneceres y el estelar de mis laderas.
¡Chile lindo! a brote de escuela, y un sonreír entre mis ramas.
Vuelvo a renacer tus pasos y tonadas del querer, que dieron miel entre mis brazos y ya son eco en mis volcanes. (del texto, Caudal chileno)
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