jueves, 12 de octubre de 2017

Versar de resplandores y sombras

... Ya pasado el atardecer y la noche, cuando se vislumbraban los primeros rayos del amanecer entre los árboles, se detuvieron un rato; instantes en que percibían una suave brisa que los envolvía por completo, y veían con gran asombro, la figura de una mujer, quien desde las alturas descendía hasta el cuerpo agónico de Millarelmo, y le acariciaba dulcemente su rostro; momento en que el joven, reconocía emocionadamente el bello rostro palpitante. Alzaba en el dolor, sus manos para tocarla, destellando a unísono la lucha y el reencuentro con los suyos; y ella con profundo sentimiento lo estrechaba entre sus brazos. Un abrazo del infinito, que resplandecía de paz hacia el azul eterno de la montaña, mucho más que todo el convulsionado oro girante a punta de llaga y opresión, bajo supuestos tutelares, venidos un día de una nebulosa corona. (extracto de Versar de resplandores y sombras, escrito incorporado íntegramente en la revista literaria de Malleco,01, Agrupación de escritores de Malleco, 2011)

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